Desde edad temprana, Greta siempre se sintió más atraída por los árboles, plantas y animales que por sus compañeros de juegos, pasando muchas horas a solas en lo más profundo del bosque con el susurro del viento y las criaturas del bosque como única compañía. A lo largo de los años desarrolló una profunda relación con el bosque, un estado de comunión que se creía reservado para los más ancianos druidas. Greta no solo podía escuchar el murmullo de la madre tierra, sino que gradualmente comenzó a sentir su tristeza, su largo pesar en su propia carne. Desde ese momento la transformación no tardó en llegar. La que fue una joven retraída se convirtió en una doncella decidida, intrépida, dispuesta a todo para hacerse oír. Su mensaje era claro ¨La pachamama sufre, y nadie ha hecho nada para evitarlo. Ahora es el momento de cambiar las cosas.¨

Greta pronto juntó un abultado grupo de seguidores a su alrededor, quienes no tardaron en darle el sobrenombre de Vozveraz por su franqueza (demoledora, incómoda en ocasiones) y de no haber sido por la astuta intervención de un visitante inesperado, hubiesen lanzado una cruzada a lo largo y ancho del viejo mundo en nombre de la preservación de la madre tierra. Ese visitante, un elfo venido de tierras lejanas, entendió la importancia de las palabras de advertencia de Greta, pero también lo incorrecto del fervor de sus seguidores. En sus innumerables viajes había visto suficientes martires y buenas ideas llegadas a fin en el ardor de una hoguera...pero también algo completamente distinto. Multitudes siguiendo no a un rey o a un iluminado, sino un eslogan; guardando silencio no por luto, sino por una jugada; alzando las manos al cielo en éxtasis no ante la ansiada liberación de un asedio, sino por un touchdown. Así fue como ese viajero convenció a Greta Vozveraz para formar un equipo de Bloow Bowl, 11 elegidos para recorrer las grandes ciudades del Viejo Mundo y transmitir su mensaje a base de pases y esquivas en lugar de arcos y flechas.