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El primer partido que Willy vió de BB fue uno en el que se coló debajo de las gradas del estadio de su cementerio natal y desde aquello tuvo dos cosas claras: una, que no iba a pagar por una entrada jamás sabiendo que podría colarse, y dos, que ese deporte tenía que pagarse bien. En su primer entrenamiento le tuvieron que prestar la equipación porque se presentó como Dios le trajo al mundo (o más bien, como Dios le sacó de él).
Las renovaciones de contrato con Willy suelen acabar con bajas por depresión y ansiedad por parte de los directivos del equipo, ya que es un férreo defensor de sus cláusulas y sus pluses por objetivos.