Aparcamientos de Carrefour, 13:30 horas. Un vetusto y desvencijado volvo antaño de color rojizo se apresta a abandonar el lugar. Circula correctamente y a poca velocidad por uno de los ramales que conducen a la vía exterior. De súbito, un automóvil se abalanza lateralmente sobre él. Colisión.



-¡¡¡Mecagoendios!!! –se oye en el volvo. El conductor intenta abrir la puerta que ha recibido parte del impacto. Lo consigue no sin esfuerzo. Baja.



-¿Pero no me has visto? –Suena una voz masculina y aparentemente de avanzada edad. Un anciano desciende de un toyota corolla gris.

-¿Qué coño le iba a ver, hombre? ¡Si viene de entre los coches aparcados!

-Es que tengo prioridad, que soy mayor. Tienes que cederme el paso.

-¿Por qué me tienen que ocurrir a mí estas cosas? –Piensa el del volvo.

-Es que yo venía desde allí, hombre. La culpa es tuya que tenías que haber parado –continúa el viejo.



El labio inferior duele. Supongo que mordérselo hasta hacerse sangre para intentar que la adrenalina no se descontrole produce estos efectos.



-No, oiga. Yo estaba circulando adecuadamente. Usted no puede mover su coche del aparcamiento hasta que la vía esté despejada.

-Es que yo no estaba aparcado. Venía circulando desde allí-. Señala una zona de acceso al parking a unos cien metros de distancia. –Además, tú tienes un ceda el paso.

-Mire, amigo. El ceda está ahí, a seis o siete metros de distancia y señaliza el acceso a esa otra calzada transversal que ve ahí delante. La que sirve para incorporarse a la carretera exterior.

-Pues la culpa es tuya.

-Pues me voy a cagar en dios. Llamada a la municipal tocan. Hoy no como hasta las cinco.



Llega la policía. Han tardado curiosamente poco. Casi una hora menos que aquella vez que les llamó por el robo. Supongo que los asuntos de tráfico les provocan menos reparos que los delitos contra la propiedad. A fin de cuentas, los accidentados no suelen resistirse a la autoridad. Hablan con el abuelo. Se acercan al del volvo.



-¿No vio usted el ceda el paso?

-¿A que me cago en todo lo que se menea? ¡Joder, que el ceda está allí y yo aquí!

-Entonces, ¿los vehículos están en el lugar del siniestro?

-Sí. No los hemos movido un centímetro.

-Ah. En ese caso… Disculpe.

-Y el calamar del pureta este venía haciendo el gamba entre los coches aparcados, coño.

-¿Es eso cierto?

-Pregúntele a él. Que yo tengo hambre.



Una vez aclaradas las obvias responsabilidades, nuestro héroe se dirige a casa en su vetusto, desvencijado y ahora también abollado volvo antaño de color rojizo. Por el camino piensa en esa gente mayor que se dedica a vituperar a esta juventud carente de educación y modales y actúa como si el puto mundo les perteneciese, colándose en cruces y cajas y pasándose las normas básicas de convivencia por el forro. Hace falta más delincuencia, copón ya.