Nació en 1397 a.C. como primogénita de Ay y su primera esposa

Su nombre significa "la belleza ha llegado", y esto -según las esculturas, papiros y pinturas de su época- fue totalmente cierto. Nefertiti es considerada la mayor beldad humana del viejo Egipto. Busto de Nefertiti

Fue esposa del faraón Amenofis IV, quien después cambiaría su nombre por Akhenatón. Reina egipcia en 1382 a.C., fue declarada “esposa divina” lo que aumento su poder terrenal y espiritual.

Nefertiti reintegró la religión egipcia al antiguo culto a un solo dios: Atón (el Sol), volviéndola monoteísta por un tiempo.

Nefertiti consiguió tal influencia, que en esa época se rindió culto a la figura de la mujer, a la familia y a la pareja; en todos los relieves y pinturas aparece la reina como ejemplo extremo de fortaleza, virtud y delicadeza femeninas.

Su marido le hizo construir la nueva capital del Imperio: Tell-el-Amarna.

A ese sitio se fue a vivir la reina con sus seis hijas cuando decidió separarse del faraón por desacuerdos respecto a la religión, pues aunque su esposo la idolatraba, la exigencia de Nefertiti fue excesiva en un mundo regido por la adoración a figuras de animales y humanas.

Los relieves del palacio, templo y estelas fronterizas de Akhetatón demuestran que tuvo un protagonismo y prerrogativas superiores a las de otras reinas:

- Desempeña un papel similar al del faraón en todas las ceremonias religiosas, en las que aparece con los rasgos que simbolizan el carácter divino de Akhenatón (la fama de su belleza se debe a los bustos conservados en los museos del Cairo y de Berlín).

- Su figura se va agigantando hasta tener un tamaño muy similar al del faraón.

- Ofrece collares a sus súbditos desde el balcón de las apariciones. Aparece su nombre dentro de un cartucho real. Conduce su propio carro. Golpea a unas prisioneras y a sus enemigos con una maza.

Estela sagrada con un relieve mostrando a Akhenatón y a Nefertiti con las princesas Meritatón, Meketatón y Ankhesenpaatón. Caliza. Museos egipcios de Berlin.

El monoteísmo entonces significaba una contradicción provocativa, considerando que a los mismos faraones se les creía dioses, y como a tales se les rendía culto. Esto enaltece mas aún la figura de esta mujer.

Una de las hijas de Nefertiti se casó con el famoso Tutankamón. Se considera la posibilidad de que Nefertiti actuara como regente durante la primera época del reinado de Tutankamón, que por entonces tenía solo nueve años. Durante su estancia en el trono, el nuevo faraón recuperó las viejas tradiciones en la religión y el arte, devolviendo a Menfis y Tebas las respectivas capitalías en lo político y religioso.

Nefertiti murió durante una epidemia de Tracoma -aunque no existen pruebas que defiendan esa tesis-, sola en su palacio, obstinada en seguir el culto a Atón, en un mundo donde el pensamiento politeísta dominaba todas las regiones conocidas. La momia de la reina no ha sido hallada hasta el momento.

El día en que Sabrina cumplió los 16 años de edad, sus tías y tutoras le revelaron algo que hasta entonces le habían intentado ocultar: ella, como todas las mujeres de su familia desde varios siglos atrás, poseía ciertos poderes ocultos que debía empezar a practicar.

Todo héroe tiene un enemigo, y el de los electroduendes era la malvada bruja Avería. Defensora a ultranza del mal y del capitalismo, representaba a todos aquellos elementos que hacen que el televisor no funcione bien: ruidos, apagones, nieve, desconexiones... Era gorda y fea, y su vestimenta negra
-propia de una bruja tradicional- contrastaba con sus greñas multicolores hechas a base de cables.

Avería amenazaba con fundir a los humanoides con la voz de Matilde Conesa.

Aparcamientos de Carrefour, 13:30 horas. Un vetusto y desvencijado volvo antaño de color rojizo se apresta a abandonar el lugar. Circula correctamente y a poca velocidad por uno de los ramales que conducen a la vía exterior. De súbito, un automóvil se abalanza lateralmente sobre él. Colisión.



-¡¡¡Mecagoendios!!! –se oye en el volvo. El conductor intenta abrir la puerta que ha recibido parte del impacto. Lo consigue no sin esfuerzo. Baja.



-¿Pero no me has visto? –Suena una voz masculina y aparentemente de avanzada edad. Un anciano desciende de un toyota corolla gris.

-¿Qué coño le iba a ver, hombre? ¡Si viene de entre los coches aparcados!

-Es que tengo prioridad, que soy mayor. Tienes que cederme el paso.

-¿Por qué me tienen que ocurrir a mí estas cosas? –Piensa el del volvo.

-Es que yo venía desde allí, hombre. La culpa es tuya que tenías que haber parado –continúa el viejo.



El labio inferior duele. Supongo que mordérselo hasta hacerse sangre para intentar que la adrenalina no se descontrole produce estos efectos.



-No, oiga. Yo estaba circulando adecuadamente. Usted no puede mover su coche del aparcamiento hasta que la vía esté despejada.

-Es que yo no estaba aparcado. Venía circulando desde allí-. Señala una zona de acceso al parking a unos cien metros de distancia. –Además, tú tienes un ceda el paso.

-Mire, amigo. El ceda está ahí, a seis o siete metros de distancia y señaliza el acceso a esa otra calzada transversal que ve ahí delante. La que sirve para incorporarse a la carretera exterior.

-Pues la culpa es tuya.

-Pues me voy a cagar en dios. Llamada a la municipal tocan. Hoy no como hasta las cinco.



Llega la policía. Han tardado curiosamente poco. Casi una hora menos que aquella vez que les llamó por el robo. Supongo que los asuntos de tráfico les provocan menos reparos que los delitos contra la propiedad. A fin de cuentas, los accidentados no suelen resistirse a la autoridad. Hablan con el abuelo. Se acercan al del volvo.



-¿No vio usted el ceda el paso?

-¿A que me cago en todo lo que se menea? ¡Joder, que el ceda está allí y yo aquí!

-Entonces, ¿los vehículos están en el lugar del siniestro?

-Sí. No los hemos movido un centímetro.

-Ah. En ese caso… Disculpe.

-Y el calamar del pureta este venía haciendo el gamba entre los coches aparcados, coño.

-¿Es eso cierto?

-Pregúntele a él. Que yo tengo hambre.



Una vez aclaradas las obvias responsabilidades, nuestro héroe se dirige a casa en su vetusto, desvencijado y ahora también abollado volvo antaño de color rojizo. Por el camino piensa en esa gente mayor que se dedica a vituperar a esta juventud carente de educación y modales y actúa como si el puto mundo les perteneciese, colándose en cruces y cajas y pasándose las normas básicas de convivencia por el forro. Hace falta más delincuencia, copón ya.

En pie de un salto